viernes, diciembre 19, 2008

Muertes indeseadas


Si tú mueres de sueño, yo podría morir de miedo al no verte, o al verte muerta podría morir de un susto, o morir de tristeza al ver cómo no puedo verte más. Ciego o no, creo que moriría escuchando alguna canción de Sabina, cualquiera menos Contigo, pues moriría antes de terminar el primer coro, y me encanta terminar de oir las canciones de Sabina.

Si yo muro de dolor, tú podrías morir de vergüenza en mi cremación, o podrías morir presa por asesinar a mi madre al conocerla en mi cremación; o cremada, es decir, con muchas cremas, cuando intentes buscar un nuevo novio que intente reemplazarme. Con nuevo novio o no, creo que morirías presa del desconcierto, al enterarte, cuando las investigaciones lleguen a buen puerto, que aquel dolor que causó mi muerte llevó tu nombre tatuado en la parte más oscura e indecorosa que pudo hallar: el alma.

Sé que no quieres morir, ni quieres que me muera; pero, la vida y la muerte es sólo un juego de los dioses romanos, quienes cedieron la posta a los dioses cristianos, que aún pelean con Buda, Alá y los demás para ver quién sigue jugando. Yo no juego más.

En resumen, si mueres tú (cosa que de ninguna forma deseo) o muero yo, terminaríamos, de alguna u otra forma, encontrándonos en el cementerio o en la otra vida, buscándonos nuevamente para amarnos con una locura de otro mundo, y ser felices, otra vez.

No hay comentarios: