Hoy sólo tengo esta alforja casi vacía,
casi vacía de vicios caros y sin reparo.
Alforja sin hoyos ni ese raro,
sentir que siento cuando te oigo,
sentir que siento cuando te escribo.
El silencio recogió ya sus pasos
entre tu trémula bellaza de ocaso.
Ocaso, como el de aquellas tardes
en las que danzabas con otros.
Otros, que solían ser otros,
otros... que solía ser yo.
Y aunque la esperanza ha apagado la luz,
este veloz llanto huye, despavorido de mí.
Se esconde entre la penumbra de esta alforja, que sin hoyos,
no oye más, pues está casi vacía,
pues está sin ti,
que sabías darle oídos... y también qué oir.





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