
Se levanta el telón. Una diminuta sombra aparece en medio del escenario. Empieza a caminar, sin sentido aparente, por una callejuela de extrañas dimensiones, buscando quién sabe qué. Parece confundida; aunque el público no sabe, y de seguro ni le interesa, el por qué de la confusión, el caminar elegante de esta minisombra ha cautivado las miradas de aquellos, que parecen felices, pese a no entender lo que la sombra hace.
Luego de unos minutos de gélido silencio del público, la sombra comienza a correr, con una forma de correr alocada, zigzagueando algunas piedras que están esparcidas en el escenario, parodiando alguna historia de laberintos que muchos miembros del público han visto antes. Muchos de ellos se van decepcionados, al ver aquella burda copia; otros, se quedan con la esperanza de hallar un final mejor.
El poco público que queda parece esperar alguna reacción de la minisombra, que, sin que el recorrido parezca monótono o repetitivo, sigue corriendo sin sentido alguno, tropezando por los mismos lugares, una y otra vez. El público empieza a abuchear; pero no se va.
La sombra parece cansada, deja de correr para nuevamente emprender su elegante caminar, ese que cautivó al público al comenzar la obra, quién sabe por qué. Se detiene en medio del escenario, justo donde apareció al levantarse el telón. Parece sorprendida. Se agacha. En cuestión de segundos recoge un espejo del piso. Se para y se mira al espejo elegantemente, se ve muy feliz. El público no entiende, están todos confundidos. Un tío del fondo de la sala se levanta y aplaude enérgicamente. Los demás le ven distinguido, creen que es un crítico, y deciden seguirlo. Se dasta una gloriosa ovación.
La minisombra comienza a correr mirando su nueva expresión en el espejo, corre a donde quiere; y aunque aún sin sentido, por lo menos no tropieza más. La minisombra se siente una estrella, y ciertamente está siendo ovacionada como una. Cae el telón.
El público, que sigue sin entender, voltea a buscar a aquel crítico que regaló las primeras palmas para preguntarle por la obra. Ya había escapado de la sala. Ellos, al no entender, deciden hacer lo mismo.





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