
Estamos en el zénit de la reunión, la cena santa está por servirse. Una tranquilidad espantosamente perfecta inunda el recinto. Todos muy reverentes, muy cuidadosos de guardar los sacros mandamientos. Todos muy concentrados en su salvación, orando, pidiendo perdón por las iniquidades que han cometido esta semana, y que seguramente volverán a cometer. ¡Qué manera de complacer a Dios!; pero, a Dios le importa muy poco todo esto (creo yo), así que me pongo a leer viejos mensajes en mi celular.
Milagros (que tiene retardo mental, un padre en Chile y una paupérrima condición económica que su madre trata de superar con la ayuda de Dios) empieza a sentirse mal, parece que se ha atorado con algo. Yo la veo, porque no estoy orando. De pronto, para mi asombro, convulsiona. Yo me quedo helado, clavado en mi sitio sin saber qué hacer. Su madre no se asusta; sólo la abraza fuerte y sigue orando por su alma y la de sus hijas. Yo la quiero ayudar; pero, aunque me avergüenza escribirlo, soy un cobarde para estos problemas de convulsiones. Dios, si existe, lo sabe.
Los demás miembros siguen orando, muy concentrados ellos. A nadie le importa la suerte de Milagros. Pobre Milagros, convulsionar en un lugar lleno de gazmoños y un cobarde, que no tiene los huevos para ayudarla. Los demás hermanos siguen con los ojos cerrados y la cabeza inclinada, parecen estar pidiendo a Dios que termine ese ruido que no les deja orar tranquilos, que no les permite comunicarse con su amado Dios ni pedirle la redención de sus preciadas almas. Yo sigo viendo a Milagros, y me siento un despojo, un zurullo del más ruin animal del mundo. Entonces veo que una hermana se acerca a donde está Milagros y la abraza, dejando de lado a la madre, sosteniéndola para que no se caiga ni se golpeé, poniéndole algo en la boca para que no se lastime. Ha dejado de orar; pero no creo que a Dios le importe mucho eso.
Humillado, veo con envidia y vergüenza cómo la hermana ayuda a Milagros. Tan samaritana, tan diferente a mi madre. De repente la hermana parece voltear a verme; pero, tan cobarde como soy, agacho la cabeza y finjo estar orando, preguntándome: ¿a quién le salvará el alma Dios?
1 comentario:
jajaja... hum soy un poco doctrinal catolico, pero como esto es el basto mundo literario, acato a soprender xq escucharlo haci es tan fuerte jejeje... en resumidas esta muy bueno ps me agrada aunque suene mal para los cato xD
Publicar un comentario