Hoy estoy ebrio de tantas palabras (diatribas que coquetean con mis más tétricos deseos). Me he cansado de caminar a un lugar que no sé si quiero conocer. No quiero herir a mi familia, en especial a mi madre; pero tengo la desidia de sus actos junto a mí en cada almuerzo de domingo y no lo soporto más. No soporto ver escayoladas mis ilusiones, ni que éstas se fundan junto a los prospectos de mi madre en este extraño molde egoísta, que no es mío, que nunca fue mío. Por eso tomo un respiro hoy, porque la quiero, y no la quiero perder.
Mi madre sueña con alejarme de esta vida pagana (que lamentablemente de pagana no tiene nada) y hacer de mí un misionero, un predicador de sus doctrinas privadas y sin comprobar —no uno que vaya a predicar en sí, sino más bien que vaya a conocer el mundo y hacer orgullosa a mamá con un recuerdo—. La iglesia es un papel muy importante en la vida de mi madre, es una especie de refugio a sus lamentos, un invernadero donde poder conversar larga y exageradamente con un Dios que quiere oírla más que su familia. Por eso cuando pienso en ella (mi madre) miro a la derecha, tratando de entender si el ser zurdo de pensamiento es quizá un castigo de su Dios (que es también mi Dios según sus palabras) y que en mí ella sólo busca que vea lo que ella no puede ver de aquel maravilloso Dios al cual ama.
Mi madre sueña con alejarme de esta vida pagana (que lamentablemente de pagana no tiene nada) y hacer de mí un misionero, un predicador de sus doctrinas privadas y sin comprobar —no uno que vaya a predicar en sí, sino más bien que vaya a conocer el mundo y hacer orgullosa a mamá con un recuerdo—. La iglesia es un papel muy importante en la vida de mi madre, es una especie de refugio a sus lamentos, un invernadero donde poder conversar larga y exageradamente con un Dios que quiere oírla más que su familia. Por eso cuando pienso en ella (mi madre) miro a la derecha, tratando de entender si el ser zurdo de pensamiento es quizá un castigo de su Dios (que es también mi Dios según sus palabras) y que en mí ella sólo busca que vea lo que ella no puede ver de aquel maravilloso Dios al cual ama.
Pese a todo, sé que mi madre me ama (no tanto como a Dios; pero me ama), y en su alma sólo hay buenas intenciones (con métodos bastante heterodoxos), y que como hijo no me corresponde romper esas ilusiones y hacerle sentir mal siendo quien soy. Por lo menos no ahora, pues mi madre es un ser difícil. Por eso siempre espero tranquilo que el día termine, que mi madre enfoque su egoísmo en sus imperturbables sueños. Esos sueños donde quizá sea la reina que merece ser, viviendo en ese mundo perfecto de oraciones, esmog e infinidad de dinero que ella quiere para su familia. Creo que es feliz durmiendo junto a sus quimeras; mas yo no.
Pero alguna mañana, de algún día cualquiera de cualquier otoño, yo me habré ido con alguna otra mujer sin avisarle. Cuando ese día llegue, junto a esa mujer me perderé, en avernos donde mi madre no podrá ir a buscarme e intentar expiarme de las calamidades que conmigo vendrán, y se resignará por fin a amarme por quién soy. Espero ese día no lastimar a mi madre, ni mermar su extraña felicidad. Espero también que sea la mujer que hoy me acompaña esa mujer que esté junto a mí en aquel averno, pues la he llegado a querer bastante y necesito de sus caricias y besos para ser más feliz, y ayer le dije que la amo, y no le mentí, como le mentí a mi madre, a la que no podría decir te amo sin pensar que miento; pero que se está ganando mi amor con cada nueva riña de domingo.
1 comentario:
Todos amamos a nuestra madre, y adoramos la tan genial forma en la que nos quiere cagar la vida.
Julian
Publicar un comentario