sábado, noviembre 22, 2008

De ciervos y leones poseídos

Mi abuela cree que existe Dios; yo no estoy tan seguro. Si existe, bien. Si no, ¡qué podemos hacer! Nadie es imprescindible, como dijo Ernesto Guevara.

Si existe un Dios, esta personificación de la esperanza y las quimeras de los hombres (pues los animales no tienen un Dios, por lo menos no uno que yo conozca), debe ser algo parecido al hombre. No porque lo diga la biblia (que mi abuela, al igual que millones de personas, suele leer), sino más bien por el hecho que de alguien tuvo que sacar el modelo Dios para crearnos. Al no existir más entes que Él, pues tenemos que parecernos a Él, su propia y perfecta inspiración.

Si la existencia de Dios es probable; la del diablo, para mí, no. El hombre es el demonio de sí mismo. Un ser tan excepcional, como debe ser Dios, no permitiría la existencia de un "rival": alguien que se le asemeje, pueda o intente hacerle frente (aunque es un Dios bondadoso según dicen). El hombre, en su juicio y raciocinio, es quien forja su propio demonio, su propio satanás, siendo la envidia la génesis de todos los demás males. La envidia que tienen, o tenemos, los menos favorecidos por Dios, hacia los más favorecidos por Él (que pocas veces suelen ser los que más le rezan).

Tengo en la mente las palabras de mi abuela. Hoy la oí decir: "el diablo existe hijito: entra en los hombres y les hace hacer las cosas malas. Tienes que tener cuidado".

Este pensamiento, para mí, es completamente equívoco. Es como afirmar que un león está "poseído", que el demonio ha entrado en él porque asesina un ciervo. Es parte de su naturaleza, de su instinto. El hombre, que no es como el león, pues posee inteligencia superior, tiene el libre albedrío o la capacidad de discernir entre lo que a él le parece correcto, justo, bueno o mejor para sí mismo de lo que no. No creo que el diablo, como dice mi abuela, entre a nuestro cuerpo y nos obligue a hacer algo que nosotros no queramos muy dentro de nosotros. El diablo, aquel enemigo de Dios, que antes de luchar ya está condenado a una celestial derrota (según he leído), no existe más que dentro de cada uno de nosotros, como parte vital de nuestros propios deseos de superación, pues la maldad de los hombres genera muchas veces el progreso de la sociedad (no todas; pero, al menos el tiempo y la mano invisible de Adam Smith así lo han demostrado). Entonces no hay forma de que el diablo, esta personificación de la maldad, "entre", pues siempre estuvo y estará con cada uno de nosotros. Somos nuestro propio satán, y por ende un satán en potencia para la sociedad. Somos un ciervo que puede convertirse en un león (que quizá alimente a los ciervos o se alimente de ellos, eso aún no está claro), está en nosotros el desarrollarlo o no.

A fin de cuentas, si mi abuela tiene razón, es decir, si el diablo existe, como dicen que existe Dios, en estos momentos debe haber entrado en mí. Hace que afirme y escriba que no existe, que ponga en tela de juicio la existencia de su archienemigo, Dios. Si ha entrado o no en mí, la única respuesta, la tengo yo (aunque no me la diga a mí mismo); o en todo caso, Dios, que debe conocer el por qué de las cosas.

Quizá soy yo el único león que quiere ser un ciervo alimentado por leones.

1 comentario:

Gonzalo Del Rosario dijo...

Buen post

monolodivagando misma kany

aunque yo sigo creyendo en el infinito de las existencias